La palabra del Abogado

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La palabra abogado, proviene de la voz Latina Advocatus integrada por la partícula ‘Ad’.para y ‘vocatus’., llamado; estos profesionales son requeridos por los litigantes para que asesoren o actúen por ellos, en las contiendas judiciales, significa: el que aboga’, el que pide por otro, “el que defiende”, “consuela”, “da socorro”, por eso existen en el santoral eclesiástico, abogados y abogadas. Para el diccionario de la Academia Española: ‘abogar es defender en juicio, por escrito o de palabra. Abogacía es profesión y ejercicio de abogar y Abogado, es perito en el derecho, que se dedica a defender en juicio los derechos o intereses de los litigantes y también dar dictamen sobre las cuestiones que se le consultan”.

Entre los hebreos había defensores caritativos, que asumían sin ningún interés económico la defensa de causas judiciales. Siempre los hubo a través de toda la historia. En Caldea, Babilonia, Persia y Egipto, los sabios hablaban ante el pueblo congregado, defendiendo asuntos litigiosos, pero es en Grecia donde adquiere forma de profesión específica y jerarquizado. Se nombra a Pericles como el primer abogado profesional reconocido por sus pares.

En Roma la defensa estaba atribuida a la institución del ‘Patronato” pues el “patrono” estaba obligado a defender en juicio, a su cliente, pero la importancia y complejidad de los asuntos, hizo necesario la formación de técnicos; que fuesen a la vez brillantes oradores y jurisconsultos. En Roma, el pueblo se reunía en las afueras de un lugar llamado Forum en donde se discurrían y contraponían los asuntos enojosos.

El Foro adquirió su máximo esplendor durante la República hasta el punto de que los pontífices, eran elegidos de entre los profesionales de la Abogacía, quienes llegaron a organizarse en Collegium Togatorum. Roma dio al mundo de entonces, y nos legó Jurisconsultos de alto vuelo y profundidad de conocimientos jurídicos, como Ulpiano, cuya fórmula: ‘Honeste vivere” ‘Alterum non laedere” y ‘Sum quique tribuere’, es decir: “Vivir honestamente”, ‘No dañar a otro” y “Dar a cada uno lo suyo”, constituyen preceptos simples de conducta recta, no sólo para abogados, sino para todos los seres humanos. El Fuero Juzgo, español, contiene preceptos relativos a los “voceros’ o ‘personemos”, fijando normas para quienes defendían derechos de otros. En el Título sexto de las Partidas  se determinan los honores de las leyes a los Maestros del Derecho. Carlos III, por un decreto del año 1765 dio a los abogados, la honra de ser considerados Nobles y Caballeros.

En la Novísima Recopilación se reunieron todas las normas existentes sistematizándolas en un cuerpo detallado y orgánico, para el ejercicio de esta digna profesión. El Prof. Ruiz Guiñazú expresa que: “El abogado durante la época colonial española conserva los atributos formales de su profesión jerarquizada y con un sentido de dignidad’. la misión del abogado presupone altas calidades culturales y principios morales. Parafraseando al Prof. Ciuratti, expuestas en su libro Arte Forense, nos ilustra: “Dad a un hombre todas las dotes del espíritu, dadle todas las del carácter, haced que todo lo haya visto, que todo lo haya aprendido y retenido, que haya trabajado durante 30 años de vida, que sea en conjunto, un literato, un crítico, un moralista, que tenga la experiencia de un viejo y la inefable memoria de un niño, y tal vez, con todo esto, forméis un abogado completo’.

Estas palabras que hoy nos parecen exageradas nos hacen reflexionar sobre las condiciones requeridas por quienes dedican su vida, al noble y áspero ejercicio de pedir justicia, sufriendo el dolor personal de no obtenerla. Se ha dicho que el Abogado debe ser como la hoja de una espada: ‘recta, flexible, brillante y acerada”, recordando al ilustre maestro Arturo Orgaz.

Si bien no todos los abogados encuadran en estos postulados y definiciones, existe gran cantidad de letrados que se desvelan por defender y hacer cumplir las leyes, jerarquizando tan digna profesión, y vivenciando aquel mandato romano: Fiat Justitia perea mundus, (Hágase Justicia aunque perezca el mundo).

Fuente: Colegio de Abogados de Córdoba (Argentina).